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Fundamentar nuestra fe en Jesús

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En el fragmentado mundo contemporáneo, la figura de Jesús permanece como una de las más atrayentes que ha alumbrado la historia humana. Rara vez los escépticos cuestionarán sus enseñanzas o actitudes.

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No obstante, en una humanidad ávida de encontrar modelos a seguir, algunos lo han sindicado como el primer socialista, otros como un maestro de moral o un idealista promotor de un gran proyecto utópico. Desde el surgimiento mismo del cristianismo encontramos estas deformaciones del Jesús verdadero. Por un lado, se ha propuesto un Cristo que no tomó carne humana ni resucitó, un ser etéreo disfrazado de hombre, que no habría podido asumir un cuerpo corruptible ni morir en una Cruz. En el otro extremo, hay quienes lo consideran un sabio consejero, un revolucionario o un humanista iluso que no pretendió ser divino, sino que fue posteriormente exaltado por sus discípulos…

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Recientemente, se han publicado centenares de teorías conspirativas en Internet (inspiradas con frecuencia en la célebre novela de Dan Brown “El código Da Vinci”) que denuncian que la divinidad de Jesús habría sido un “valor agregado” de los primeros discípulos, interpolado para mantener viva su fe luego del ignominioso final de su Mesías; otros sostienen que el responsable de esta “divinización” fue Constantino, a fin perpetuar el poder temporal de la Iglesia...

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Incluso entre los especialistas bíblicos encontramos el resonante caso del “Seminario de Jesús” (“Jesus Seminar”). Sus miembros[1] han estado especulando con varias hipótesis alternativas sobre el Jesús histórico: fue un maestro gnóstico que impartía una sabiduría secreta, sólo accesible a sus discípulos; fue un Mesías farsante que no respondía a las antiguas profecías; su título de Señor Resucitado fue una “construcción mítica” plagiada de antiguos mitos egipcios, mitraicos o griegos; etc., etc.

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Muchos otros eruditos del Nuevo Testamento[2], de gran renombre y seriedad, han alzado su voz para condenar públicamente el modo en que se está embaucando al público con declaraciones sin fundamento sobre Jesús[3]. Por ejemplo, Craig Evans, un reconocido profesor de Nuevo Testamento y director de los programas de posgrado en el Acadia Divinity College de Canadá y universalmente respetado tanto por liberales como por conservadores, denunció el carácter incompetente de la investigación que, en los últimos años, ha confundido a la opinión pública acerca del verdadero Jesús.

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Escribe Evans: “Cuando comencé mis estudios académicos sobre Jesús y los Evangelios hace unos treinta años, nunca hubiera podido imaginar que yo o algún otro hubiéramos tenido que escribir un libro tratando este tipo de cuestiones —declaró Evans—. Sin duda, nadie se hubiera atrevido a plantear seriamente estas teorías, ni ninguna editorial seria las hubiera publicado. No obstante, todo esto ha sucedido (…) Lo que me parece especialmente perturbador es que muchas de estas ideas absurdas las propaguen los eruditos. Cabe esperar una cierta cuota de escritores de «tres al cuarto» que utilizan esta clase de pseudo erudición sensacionalista, pero no que lo hagan eruditos que enseñan en respetables instituciones de enseñanza superior”. Se trata de teoría atrevidas “que van más allá de las pruebas”, fruto de sospechas injustificadas, anacronismos o el uso de textos cuestionables procedentes de siglos posteriores, todo lo cual ha producido “una ingente colección de «pseudo Jesuses»”[4].

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Agrega Evans en su entrevista con Lee Strobel: La mayor parte de su enseñanza, Jesús “la impartió en arameo, y las Escrituras que leía eran paráfrasis en hebreo o arameo. Jesús y el mundo en que vivió eran muy semíticos; sin embargo, la mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento carece de una adecuada formación en los idiomas y escritos que reflejan su mundo. (…) Con pocas excepciones, el Seminario de Jesús no se caracterizaba por trabajar con el hebreo, siríaco, arameo, la literatura rabínica, o los Rollos del Mar Muerto. El resultado es que no captan el significado de la proclamación central del reino de Dios por parte de Jesús”[5].

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Una multitud de especialistas se han sumado a la crítica de Evans[6]:

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• James H. Charlesworth (prestigioso profesor de Lengua y Literatura del Nuevo Testamento del Seminario Teológico de Princeton): condenó abiertamente “la absurda y sesgada información que ha confundido al público durante los últimos años.”

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• James Dunn (profesor emérito de la Universidad de Durham en Inglaterra) afirmó: “La búsqueda del Jesús histórico ha sido gravemente desencaminada por una erudición mediocre, y tan distorsionada por parte de pseudo eruditos que resulta irreconocible.”

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• John Meier (profesor de la Universidad de Notre Dame y autor de la célebre obra de varios volúmenes “Jesús, un judío marginal”) aseguró “Durante varias décadas un público confiado e ingenuo ha estado expuesto a la influencia de dudosas afirmaciones académicas acerca del Jesús histórico que no pasan de ser novelas sensacionalistas.”

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• Gerald O’Collins (profesor emérito de la Universidad Gregoriana de Roma), advirtió acerca de las “sensacionalistas afirmaciones acerca de Jesús que rápidamente acaban basándose en simples ilusiones.”

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• Gerd Theissen (profesor de la Universidad de Heidelberg), deploró los “modernos acercamientos sensacionalistas en la investigación de Jesús que no están a la altura de las normas de la investigación académica.”

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• Ben Witherington III, reconocido profesor de Nuevo Testamento del Seminario Teológico de Asbury) acotó en su obra "What Have They Done with Jesus?": “Los lectores han de precaverse de cualquier nueva y sorprendente afirmación acerca de Jesús o de sus seguidores más antiguos que no se base en pruebas fehacientes (…) los norteamericanos han sido muy proclives a dar crédito a las afirmaciones sensacionalistas (...) aun cuando existen pocas pruebas sólidas (o ninguna) para apoyar tales conjeturas.”

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• Gregory Boyd (erudito formado en las Universidades de Yale y Princeton) identificó a los integrantes del seminario como “un número extraordinariamente reducido de eruditos marginales que se sitúan en el liberalismo más extremo de los estudios del Nuevo Testamento.” El Seminario descarta la posibilidad de milagros como presupuesto, se sirve de criterios cuestionables, y algunos de sus participantes recomiendan especialmente misteriosos documentos de calidad extraordinariamente dudosa. Las pruebas bíblicas de que Jesús era realmente quien sus discípulos testificaban, concluye Boyd, “están a años luz de las razones aducidas por la erudición liberal del Seminario de Jesús.

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Entretanto, estos y otros exégetas serios han estado abriendo nuevos caminos dentro de la investigación académica; sus resultados contradicen de plano muchas de las recientes y radicales declaraciones sobre Jesús, como, por ejemplo, que las afirmaciones de su divinidad fueron producto del desarrollo legendario, y que los cuatro Evangelios carecen del apoyo de testigos oculares.

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Antes de presentar las diversas secciones de este capítulo, es necesario aclarar en qué sentido hablamos de “evidencias” acerca de la radicalidad, divinidad y resurrección de Jesús. No nos referimos a evidencias en el sentido de las ciencias exactas ni las que nos proporcionan directamente nuestros sentidos. Se trata, en cambio, de los testimonios filológicos, exegéticos, históricos y arqueológicos, que ponen de relieve la confiabilidad, credibilidad y razonabilidad de los relatos que nos han sido legados sobre el acontecimiento de Jesucristo.

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Veremos en las siguientes secciones los fundamentos en el Nuevo Testamento y ciertos sucesos históricos bien documentados para dar una sólida y convincente base para la verdad sobre Jesús; paradójicamente, ésta es inimaginablemente más osada y revolucionaria que las visiones sensacionalistas pero pobres de Jesús.

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En efecto, es ese “escándalo y locura” expresado por San Pablo en su 1ª Carta a los Corintios (1 Cor 1,23): el anuncio de un Dios que se hizo hombre, tendiendo así un puente definitivo entre el cielo y la tierra; él anunció el Reino de Dios a los oprimidos y postergados y su palabra poderosa liberó y sanó. Se trata de una realidad que trasciende infinitamente la imagen que estos intentos racionalistas tratan de someter a una escala manejable. En esto consiste la radicalidad irreductible de su persona, hechos y palabras, y su resurrección de entre los muertos.

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A fin de responder las objeciones en boga, popularizadas por campañas mediáticas, libros sensacionalistas y declaraciones como las del “Seminario de Jesús”, los eruditos J. Komoszewski, M. Sawyer y D. Wallace, autores de la notable obra “Reinventing Jesus. How contemporary skeptics miss the real Jesus and mislead popular culture” despliegan un caso progresivo. Tomaremos este método expositivo, para estructurar los temas escalonada y gradualmente, para ir saliendo al paso de estas objeciones típicas:

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  • Si los Evangelios fueron escritos décadas después de la vida de Jesús, ¿transmitieron los redactores fielmente su historia?

      → 1) La Fidelidad de los redactores a la historia de Jesús

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  • …Aceptando que los redactores fueron fieles a la historia de Jesús, ¿fueron también los textos copiados meticulosamente? Es decir, ¿tenemos ahora lo que se escribió originalmente?

      → 2) Transmisión de los escritos originales del NT

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  • …Aceptando que se transcribió fielmente la historia de Jesús, ¿cómo sabemos que se incluyeron sólo sus verdaderas obras y enseñanzas en el NT? ¿Cómo decidió la Iglesia cuáles incluir y cuáles excluir?

      → 3) Criterios para la selección de los documentos del NT

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  • ​…Aceptando que se transmitió fielmente la verdadera historia de Jesús en el NT, ¿qué dice esto sobre la fe original en Jesús? ¿Fue la divinidad de Jesús una invención del Concilio de Nicea en el siglo IV?

      → 4) Raíces de la fe en la divinidad de Jesús

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  • …Aceptando que la fe en la divinidad y la resurrección de Jesús surgió tempranamente, ¿cómo sabemos que no fue plagiada de otras religiones?

      → 5) Originalidad de la fe cristiana

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  • …Aceptando que la fe en la divinidad y la resurrección de Jesús fue original, ¿cómo sabemos que no fueron una alucinación o un invento de los discípulos?

      → 6) Los fundamentos de la fe en la resurrección de Jesús

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 [1] Marcus Borg, John Crossan, Robert Funk, Gerard Lüdemann, entre otros.

 [2] En adelante, abreviado como NT.

 [3] Strobel, L., Op. Cit., p. 263s.

 [4] Evans, Craig, El Jesús deformado. Cómo Algunos Estudiosos Modernos Tergiversan Los Evangelios, p. 18.

 [5] Strobel, L., El caso del Jesús verdadero, Miami, 2008, p. 23.

 [6] Ibid., p. 264-265.

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